El champiñón, o Agaricus bisporus, pertenece a la familia de las Agaricáceas. De color blanco, crema claro, crema oscuro, pardo claro o pardo oscuro, presenta un sombrero semi-redondo o redondeado según la variedad, de tamaño grueso, aunque el tamaño está influenciado por las condiciones de cultivo. La piel es lisa, con ligeras escamas en condiciones de humedad ambiental baja. El pie, o estipe, es blanco, recto y cilíndrico. Por su parte inferior está unido al micelio o filamentos del hongo que crecen en el sustrato.

Los champiñones se cultivan desde hace miles de años en todos los continentes.

Este hongo ofrece proteínas, fibra, calcio, hierro, potasio, y vitamina C, entre otros elementos nutritivos.

Los champiñones ofrecen una textura crujiente y carnosa a la vez, que los hace insustituibles. La delicada neutralidad de su sabor hace que combinan con casi todo: no les molesta el ajo, ni el perejil, ni el aceite de oliva, la mantequilla o el jamón. Cocidos en guisos o como acompañante en platos de carne, son exquisitos, y añaden un sabor característico en platos de pasta y en pizzas. Crudos, en fresco, en ensaladas, resultan crujientes y muy originales.

Se recomienda comer los champiñones rápidamente después de comprarlos, dada su fragilidad.