La sandía, que pertenece a la especie Citrullus Vulgaris, es un fruto que se conoce en muchos países por sus propiedades refrescantes inigualables. Es de tamaño grande, de forma redonda, y según la variedad puede ser más alargada u ovoide. De corteza gruesa y dura, de color verde y con varios tipos de dibujos en la piel en función de la variedad, tiene una pulpa brillante de color rojo intenso espectacular, y contiene pequeñas semillas negras que le dan un aspecto visual muy interesante. Además, su sabor es dulce y agradable. La sandía es excepcionalmente jugosa y refrescante. Algunas de las variedades comercializadas internacionalmente son: Charleston Grey, Chilean, Early Canadá, Grey Bell, Klondike, sugar Baby y Quetzal Lee. Se encuentran sandías nacionales en el mercado a partir de mayo. Sin embargo, ahora las sandías están disponibles prácticamente todo el año, gracias a la producción de contraestación.  

Su origen se sitúa en Egipto, de donde su cultivo se extendió a Europa, y luego a América.  

Excepcionalmente refrescante, contiene un altísimo porcentaje de agua, muy poco azúcar, y por ello tiene propiedades digestivas indiscutibles.  

La sandía se aprovecha mejor al natural, como postre, y en cualquier momento que tenga sed, dado su altísimo contenido en agua. Es ideal cortada en rodajas, para comerla fresca cuando la sed aprieta. También dará un toque de color muy agradable en macedonias. Puede acompañar cualquier ensalada de verduras y siempre resultará refrescante.  

La sandía se conserva perfectamente a temperatura ambiente varios días. Para alargar su conservación, y una vez abierta, es recomendable conservarla en frigorífico.