La judía proviene de una planta denominada Phaseolus Vulgaris. Dentro de las numerosas variedades de judías que existen, cabe destacar dos grupos de judías: la de vaina ancha y aplastada, y la que ofrece la vaina estrecha, ligeramente aplanada o cilíndrica. En general, la judía es una hortaliza alargada, de color verde. Ofrece muchas combinaciones culinarias, se come caliente o fría, y su sabor es exquisito. Se encuentra en el mercado todo el año gracias a su cultivo en invernadero.     

Hay dos hipótesis que sitúan el origen de la judía o en Asia o en Sudamérica. Los principales países productores en la actualidad son: Holanda, Francia, Bélgica, Inglaterra, Italia y España. Su cultivo es también común en norte y Sudamérica, en Asia, y en Sudáfrica.  

La judía ofrece un alto contenido de vitamina C y calcio. Además, proporciona proteínas, carbohidratos, fibra y hierro.    

Una vez cocidas, las judías se pueden servir calientes como guarnición a platos de carne y pescado, o frías en ensaladas, aliñadas con vinagreta, solas o combinadas con otras hortalizas. De cualquier modo, resultan siempre muy sabrosas.    

La judía se conserva perfectamente en frigorífico, dentro de una bolsa de plástico para evitar su deshidratación.